sábado, 30 de mayo de 2015

La luna - Jorge Luis Borges


          Cuenta la historia que en aquel pasado

          Tiempo en que sucedieron tantas cosas
          Reales, imaginarias y dudosas,
          Un hombre concibió el desmesurado
5        Proyecto de cifrar el universo
          En un libro y con ímpetu infinito
          Erigió el alto y arduo manuscrito
          Y limó y declamó el último verso.
          Gracias iba a rendir a la fortuna
10      Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
          Disco en el aire y comprendió, aturdido,
          Que se había olvidado de la luna.
          La historia que he narrado aunque fingida,
          Bien puede figurar el maleficio
15      De cuantos ejercemos el oficio
          De cambiar en palabras nuestra vida.
          Siempre se pierde lo esencial. Es una
          Ley de toda palabra sobre el numen.
          No la sabrá eludir este resumen
20      De mi largo comercio con la luna.
          No sé dónde la vi por vez primera,
          Si en el cielo anterior de la doctrina
          Del griego o en la tarde que declina
          Sobre el patio del pozo y de la higuera.
25      Según se sabe, esta mudable vida
          Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
          Y hubo así alguna tarde en que con ella
          Te miramos, oh luna compartida.
          Más que las lunas de las noches puedo
30      Recordar las del verso: la hechizada
          Dragon Moon que da horror a la balada
          Y la luna sangrienta de Quevedo.
          De otra luna de sangre y de escarlata
          Habló Juan en su libro de feroces
35      Prodigios y de júbilos atroces;
          Otras más claras lunas hay de plata.
          Pitágoras con sangre (narra una
          Tradición) escribía en un espejo
          Y los hombres leían el reflejo
40      En aquel otro poema que es la luna.
          De hierro hay una selva donde mora
          El alto lobo cuya extraña suerte
          Es derribar la luna y darle muerte
          Cuando enrojezca el mar la última aurora.
45      (Esto el Norte profético lo sabe
          Y también que ese día los abiertos
          Mares del mundo infestará la nave
          Que se hace con las uñas de los muertos.)
          Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
50      Quiso que yo también fuera poeta,
          Me impuse, como todos, la secreta
          Obligación de definir la luna.
          Con una suerte de estudiosa pena
          Agotaba modestas variaciones,
55      Bajo el vivo temor de que Lugones
          Ya hubiera usado el ámbar o la arena.
          De lejano marfil, de humo, de fría
          Nieve fueron las lunas que alumbraron
          Versos que ciertamente no lograron
60      El arduo honor de la tipografía.
          Pensaba que el poeta es aquel hombre
          Que, como el rojo Adán del Paraíso,
          Impone a cada cosa su preciso
          Y verdadero y no sabido nombre.
65      Ariosto me enseñó que en la dudosa
          Luna moran los sueños, lo inasible,
          El tiempo que se pierde, lo posible
          O lo imposible, que es la misma cosa.
          De la Diana triforme Apolodoro
70      Me dejó divisar la sombra mágica;
          Hugo me dio una hoz que era de oro,
          Y un irlandés, su negra luna trágica.
          Y, mientras sondeaba aquella mina
          De las lunas de la mitología,
75      Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
          La luna celestial de cada día.
          Sé que entre las palabras, una
          Hay que recordarla o figurarla.
          El secreto, a mi ver, está en usarla
80      Con humildad. Es la palabra luna.
          Yo no me atrevo a macular su pura
          Aparición con una imagen vana;
          La veo indescifrable y cotidiana
          Y más allá de mi literatura.
85      Sé que la luna o la palabra luna
          Es una letra que fue creada para
          La compleja escritura de esa rara
          Cosa que somos, numerosa y una.
          Es uno de los símbolos que al hombre
90      Da el hado o el azar para que un día
          De exaltación gloriosa o agonía
          Pueda escribir su verdadero nombre.

martes, 26 de mayo de 2015

Las matemáticas y el sexo

Las matemáticas son tan inherentes a los seres humanos como el sexo. Nos llevan a los límites de la evolución y trascienden cualquier cultura. Esta interesante conferencia lo explica a la perfección:

lunes, 25 de mayo de 2015

Las paradojas de Chesterton



El llamado "principe de las paradojas" nació en Inglaterra en 1874. Su estilo brillante, vigoroso y agudo  le hizo muy famoso, caracterizándose siempre por sus paradojas, demostrando en ellas que las cosas no siempre son lo que parecen. 
A continuación algunas frases célebres de este gran escritor:

Un loco pierde todo, menos la razón.
Un ideal fijo es condición para toda clase de revoluciones.
Una de las grandes desventajas de la prisa es que lleva demasiado tiempo.
La idea que no trata de convertirse en palabras es una mala idea; la palabra que no trata de convertirse en acción es, a su vez, una mala palabra.
Si sólo tuviera un sermón que predicar sería un sermón contra el orgullo.
Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.
Los que se revolvieron contra las primeras invasiones de la maquinaria industrial tenían razón: quizá no en pensar que reducirían el número de trabajadores, pero si en pensar que reducirían el número de los dueños.
No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.
El pesimista sabe rebelarse contra el mal. Sólo el optimista sabe extrañarse del mal.
¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.
Hay algo que da esplendor a cuanto existe y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.
Hasta donde hemos perdido la creencia, hemos perdido la razón.

Si quieres conocer más de G.K. Chesterton lee Las paradojas de Mr Pond.




Un notable influjo en Borges: la paradoja chestertoniana.

(Texto leído en el “IV Congreso Internacional de Teoría y Crítica Literaria de la Universidad Nacional de Rosario”.)

Hablar de la presencia de otro autor en Borges es parecido a introducirse en un laberinto de espejos, donde es imposible discernir la imagen real de la virtual, es verse sometido a un juego de continuaciones y variaciones, donde la acotación de lo propio y lo extraño es tarea casi imposible, o, en términos genetteanos, es entender la literatura como un palimpsesto. Muchas veces se ha observado que Borges es una mina inagotable para el estudio del concepto influencia ya que su literatura ilustra como pocas el hecho de que la escritura y la lectura forman parte de un mismo acto: la interacción con la letra.
Por ello, si llegamos a la lectura de Chesterton habiendo leído antes a Borges, el inglés nos llega contaminado, es decir, borgesizado.
El punto de vista tomado para la comparación de ambos autores es el de su interpretación de la paradoja. Bajo este punto de vista se pueden observar formas de la paradoja como la antinomia, la aporía, la contradicción verbal o la reducción al absurdo. El procedimiento escogido suele ser el mismo en ambas literaturas, lo único que varía, en ocasiones, es la función que éste desempeña en el sistema de cada unas de las obras.
Ambos autores ensayan una gran variedad de formas de paradoja. Baste sólo indicar estas tres: el oxímoron (presente en la adjetivación borgiana(1), rasgo de estilo que ha estudiado P. Alazraki, o en la forma de titular las obras: Historia universal de la infamiade Borges o Enormes Minucias de Chesterton), la aporía (recuérdese el ensayo sobre la de Zenón Elea) y la paradoja verbal, en Las paradojas de Mr Pound o en Seis problemas para don Isidro Parodi.
Se intentarán apuntar, dentro de lo que pretende ser un mismo hilo argumentativo, las siguientes cuestiones relativas al pensamiento paradójico: proponer la paradoja como elemento que estructura una clase de relato policial, repasar alguna reinterpretación dentro del género policial de la paradoja de raíz filosófica/religiosa y explorar la paradoja vinculada a la argumentación de la posición en el mundo de cada uno de ellos.
Empecemos por la primera de las cuestiones anotadas. Borges distingue dos clases de detectives: los August Dupin, investigadores razonadores, y los Sherlock Holmes «hombre de taladros y de microscopios»(2). Borges prefiere a los primeros por su capacidad de resolver enigmas intelectualmente, sin hacer otro uso que el del cerebro. Evidentemente, es este el modelo detectivesco al que responde el Padre Brown o el mismo Augusto Parodi (ideado por Borges y Bioy Casares al alimón), quien resuelve los casos desde la inmovilidad de su celda 273 de la Penitenciaría Nacional.
En esta clase de relatos, el problema es enunciado mediante una paradoja o, al menos, mediante una fórmula que puede reducirse a ella. Por ejemplo, si recordamos el relato chestertoniano “Los tres jinetes de la Apocalipsis”(3), el narrador, refiriéndose a un hombre que iba a ser ejecutado, escribe: «Luego se envió un aplazamiento para salvarlo; pero como el hombre que llevaba el aplazamiento murió en el camino, el prisionero fue liberado después de todo».
Toda la trama se configura en el empeño de conciliar esta paradoja cuyo origen es eminentemente verbal, ya que la misma idea podría haberse expresado como: «Luego se envió un aplazamiento para salvarlo. El hombre que llevaba el aplazamiento murió en el camino, pero el prisionero fue liberado después de todo».
Chesterton fuerza el lenguaje para escoger el enunciado más sorprendente posible, a la búsqueda de crear un efecto de perplejidad en el lector, o en otras palabras, busca el enunciado más paradójico posible, en el sentido de paradoja que nos da una de las acepciones del término: «opinión que se opone a la opinión general». O, sobre todo, en el sentido en el que Cicerón, en El Orador, indica: «lo que lo griegos llaman paradoja lo llamamos nosotros cosas que maravillan». La paradoja puede verse, pues, como una estrategia retórica dirigida a causar el llamado extrañamiento que vincularía, al menos en su planteamiento, el relato policial con el género fantástico o, en palabras del propioBorges, «la afinidad entre el Londres fantástico de Stevenson y el de G. K. Chesterton»(4).
Si buscamos otra de las acepciones de paradoja puede hallarse la de armonización de conceptos aparentemente contradictorios(5), precisamente esa armonización se da en la construcción de la trama como la solución al interrogante planteado por la paradoja.
La habilidad de Chesterton en la construcción de la trama es subrayada por el propioBorges en el artículo “Los laberintos policiales y G. K. Chesterton”(6). Las paradojas deChesterton se resuelven elegantemente al evitar la trampas y los recursos fáciles acostumbrados del género, al conseguir que una «respuesta maraville al lector-sin apelar a lo sobrenatural, claro está, cuyo manejo en este género de ficciones es una languidez y una felonía.(...) Chesterton siempre realiza este tour de force de proponer una aclaración sobrenatural y de reemplazarla luego, sin pérdida, con otra de este mundo».
Precisamente en el empeño de que la solución se resuelva razonablemente sin apelar a lo maravilloso, Borges construye las tramas de sus relatos a partir de un nexo entre dos hechos aparentemente disímiles y heterogéneos, al mezclar, por ejemplo, argumentos culturales (filosóficos, literarios, etc...) con las pesquisas policiales.
Aunque las resoluciones chestertonianas suelen moverse en un campo lógico-causal (al fin y al cabo, no son más que desciframientos), en algunos relatos como en “La ráfaga del libro” el padre Brown utiliza una desigualdad matemática (convence a alguien de que cero más cero más cero es igual a cero) para resolver el caso. Su argumentación la apoya en una comentario a al siguiente pasaje del Macbeth de Shakespeare: «Los hombres creen en las en las cosas más extrañas si se dan así en serie; por eso Macbeth creyó las tres palabras de las tres brujas, aunque la primera era algo que supo por sí mismo y la última algo que sólo él podía contar de sí mismo».
Si se ha intentado argumentar hasta aquí que las estructura de estos relatos responden a un modelo que puede esquematizarse como planteamiento de la paradoja y posterior solución, con más o menos interesantes variaciones, propongo ahora que nos fijemos en dos ideas paradójicas que pueden simplificar el movimiento de algunas tramas estos autores.
Una de estas paradojas surge de la incompatibilidad de los conceptos teológicos deomnisciencia de Dios y libre albedrío. En los relatos “Tema del traidor y del héroe”, “La muerte y la brújula”, “Las ruinas circulares” o en el poema “Ajedrez”, se nos narran las acciones de unos personajes que parecen moverse en una libertad que al final del relato se pone en entredicho: los personajes se han movido siempre siguiendo las directrices de un plan previo, no han sido más que peones movidos por un ente superior. Esta trama presenta un claro entronque con los mecanismos de ocultamiento-desvelamiento de la novela El hombre que fue jueves(7).
Otras de las ideas paradójicas que pueden vincular Chesterton y Borges (también a Poe, véase la “Carta robada”) se halla en la trama de “El impostor inverosímil Tom Castro” de Historia universal de la infamia. Una de las ideas repetidas en El hombre que fue jueveses «nos ocultaremos mediante el procedimiento de no ocultarnos para nada». Este argumento es sometido en el relato de Borges a una variación curiosa, en la paradoja pensada por el ingenioso Bogle. Éste le propone a Tom Castro hacerse pasar por alguien con el que no guarda ningún parecido ya que «intuyó que la enorme ineptitud de la pretensión seria una convincente prueba de que no se trataba de un fraude».
La paradoja, por lo tanto, ejerce un papel de desvelamiento al quedar conciliada, pero al quedar conciliada pierde su carácter de paradoja. Nos hallamos ante los que Alfonso Reyes llamó «paradojas aparentes» en el prólogo de su traducción al Hombre que fue jueves. En el mismo texto Reyes refiere que la novela pertenece al género policial-metafísico. Ambos pensadores, en sus reflexiones trascienden el enigma puramente policial para abordar otros enigmas, aparentemente, de mayor gravedad, siempre desde el prisma paradójico.
Borges, por ejemplo, toma la irrefutabilidad de la paradoja de Zenón, o sea, su carácter de aporía, como argumento a favor de la idealidad del espacio.
Esto que ocurre a pequeña escala en este texto, creo que puede extenderse a todos los campos del conocimiento, en los que Borges simula con maestría un dominio de todos los argumentos posibles sobre una cuestión concreta, en una «inhumana lucidez», que le lleva a una suerte de equiparación de todos los argumentos permitiéndole, de esta manera, relativizar su grado de verdad al defenderlos como construcciones y rezumando el escepticismo famoso que le permite ver la metafísica como una rama de la literatura fantástica o «estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético».
Tal escepticismo podría conectarse con el párrafo de Chesterton:
«Pero el verdadero resultado de toda experiencia y el verdadero fundamento de toda religión es éste: que las cuatro o cinco cosas cuyo conocimiento es más prácticamente esencial para un hombre, pertenecen todas ellas a la categoría que la gente denomina paradojas. Es decir, que aunque todos nosotros las vemos al correr de la vida como meras verdades sencillas, no podemos sin embargo, decirlo fácilmente así con palabra sin resultar culpables de aparentes contradicciones verbales.» (...) «Una de esas paradojas que deberían enseñarse a todo niño que balbucea en las rodillas de su madre es la siguiente: Que mientras más mire un el hombre una cosa, menos la ve, y que mientras más aprende un hombre una cosa, menos la sabe.» Enormes Minucias, Calleja, Madrid, p.66
La lucidez de Chesterton, en cambio, le lleva dar un paso más en un momento clave de su vida. En Chesterton, es central la paradoja de la gratuidad de la creación (quien según Borges ésta y otras paradojas chestertonianas propenderían a la pesadilla kafkiana), gratuidad que ha de producir asombro y agradecimiento a todos quienes gozan de ella. Este mundo proviene de la nada: podría no existir y es maravilloso el mismo hecho de que exista. A esta conclusión llegó Chesterton solo, y luego descubrió que era una de las verdades fundamentales del dogma cristiano, motivo que le llevó a su conversión al catolicismo.
Como resumen de lo que he intentado argumentar aquí, podemos acabar viendo la paradoja como vínculo entre ambas literaturas desde diferentes ópticas: cómo los relatos policiales-razonadores se estructuran en forma de paradojas aparentes ya que a la primera parte del relato, donde se enuncia el caso de forma paradójica, le sigue su solución en la explicación de una trama que la concilia. Cómo, sobre todo en el caso deBorges, aunque Chesterton también lo practica, las tramas superan lo puramente policial al mezclar especulaciones no sólo lógico-causales, sino también teológicas, literarias, etc... y cómo ideas de otros campos se muestran fecundas para la imaginación literaria. Y al final, cómo la paradoja sitúa a ambos autores en el escepticismo, aunque, en el caso de Chesterton, quede algo desdibujado al interpretar la paradoja desde el catolicismo.
El asombro ante el mundo, provocado por el fracaso de su desciframiento, ya sea policíaco o metafísico, sitúa la paradoja como uno de los recursos insoslayables en la poética de cada uno de los autores.

Notas

(1) Rasgo de estilo que ha estudiado P. Alazraki.
(2) Artículo publicado en la revista El Hogar (14 de mayo de 1937 ) y recogido en el volumen misceláneo Textos cautivos, Alianza editorial, Madrid, 1998. p.185.
(3) Del libro de Las paradojas de Mr Pound, Valdemar, Madrid, 1998.
(4) El artículo salió en Sur, Nº 10, Buenos Aires, julio de 1935 y se recoge en Rodríguez Monegal, Emir. J. L. Borges por él mismo. Laia, Barcelona, 1984, p. 138.
(5) Estébanez Calderón, Demetrio Diccionario de términos literarios. Alianza editorial, Barcelona.
(6) Op.cit.

(7) Barrientos, Juan José Borges y la imaginación, México D.F., 1986.

Guía del autoestopista galáctico - Audiolibro -

lunes, 18 de mayo de 2015

Elena Poniatowska. La piel del cielo

En 2001 lainsignia.org realizó una interesantísima entrevista a Elena Poniatowska. Aquí la transcribimos como un homenaje a esta gran escritora:

Entrevista con Elena Poniatowska
La piel del cielo


César Güemes
La jornada. México, 7 de marzo.



Estaba de pants, en su casa, a punto de salir para el ejercicio matinal. Sonó el teléfono. Era Antonio Muñoz Molina, escritor donde los haya, presidente del jurado del Premio Internacional de Novela Alfaguara:-¡Felicidades, Elena! -recuerda que le dijo.
Uno de los galardones más apreciados por los escritores en lengua castellana, en el que en esta ocasión participaron 584 novelas, se confirió la mañana de este martes a Elena Poniatowska por La piel del cielo, en la que a través de un astrónomo en el México de los años veinte pone en evidencia tanto los alcances de esta ciencia en nuestro país como sus vicisitudes.
-Tiene una maleta deportiva sobre su mesa. ¿A dónde iba, Elena?
-A hacer ejercicio. De casualidad me encontró la llamada de Madrid. Y desde ese momento no he parado.
''Espero que el susto me sirva para adelgazar.''

T. Tauri, una constelación
La piel del cielo se llamó en principio T. Tauri, como la constelación. Y fue elegida por un jurado integrado por Muñoz Molina, Rosa Regás, Juan Cruz, Gonzalo Celorio, Germán Castro Caycedo, Adriana Ozores y Omar Prego Gadea. El anuncio se hizo desde la Casa de América, en Madrid.
-No teníamos noticia de esa novela, salvo algún comentario suelto que hizo hace tiempo. ¿Cuándo la escribió?
-La empecé hace dos años. El caso es que siempre estoy haciendo periodismo, doy conferencias y trabajo en los prólogos que me interesan. Eso me implicaba mucho tiempo.
''Total, como sé que ya no me cuezo de un hervor, un día de hace dos años me puse el reto de escribir con decisión.''
-El seudónimo con el que presenta la novela es Dumbo. ¿Hablamos del mismo, el personaje de la caricatura?
-Ese. Me lo quería poner cuando me inicié en Excélsior, en 1953. Ya escribía por entonces Bambi. Por eso le pedí al jefe de redacción que me permitiera firmar como Dumbo.
''Me dijo que no, que en el periódico no íbamos a tener a todos los personajes de Disney. Así que aparecí con mi nombre, que no me simpatizaba mucho porque parece de espía rusa.''
-¿La novela tiene dos títulos o de dónde sale el T. Tauri que se menciona en el acta del jurado?
-Me dijeron los de la editorial que ese título no les parecía muy atractivo, que si tenía uno alterno. Y la rebauticé así, La piel del cielo. Por su lado, T. Tauri es el nombre de una constelación y una referencia privada.
-¿Lo cambió hoy?
-Hace un rato, menos de una hora.
-Si la novela habla de un astrónomo, como se ha comenzado a saber, ¿se permitió incluir elementos autobiográficos?
-No, aunque ciertamente estuve casada con Guillermo Haro. Hay un astrónomo, Lorenzo de Tena, cuya historia empieza en los años veinte y a quien nadie pela. Tiene una fuerte lucha contra su medio social. A su lado aparecerá un personaje femenino que lo contrapuntea, de nombre Fausta Rosales y de la que se enamorará al paso del tiempo.
''En cuanto a las referencias a Guillermo no creo que existan, si bien la trama está situada en Tonantzintla y en la ciudad de México.''
-Aunque no se participa en un certamen como éste para perder, ciertamente ganar ha de ser impactante.
-No diría que entré para ganar. Por eso me puse Dumbo: si no ganaba ni un reintegro nadie se iba a dar cuenta.
-Es periodista y escritora, ¿quién de las dos recibe el premio?
-Creo que a los periodistas nos debe dar mucho gusto porque toda la vida me han dicho que soy una pinche periodista. Si eso fuera poco, en efecto cuando uno anda reporteando está sujeto a que el entrevistado nos trate bien o no, a que quien forma la página nos corte el trabajo y que el responsable de la edición publique la nota. Es una labor que a diario nos da lecciones de humildad.

''En el centro del huracán''
-Sin buscarlo, ahora le pasará lo contrario: el trato con la prensa, los viajes y las presentaciones serán cosa de todos los días.
-Justamente me decían Marcelo Uribe y Neus Espresate, de Era, hace rato que me llamaron, que estaba en el centro del huracán. Y creo que es buen momento para decir que a Era le debo mucho de lo que soy, desde que editaron Palabras cruzadas, mi primer libro de entrevistas. Después publicaron Lilus Kikus y casi todos mis libros, con la calidad de edición de Vicente Rojo. A ellos les debo este premio, estoy comprometida con ellos de por vida y les entregaré otros libros.
-Una novela como la suya podrá ser leída en cualquier país de habla hispana. ¿Se piensa en esa amplitud de público al escribir?
-No se piensa en eso, pero sí se recuerda aquello que decía Alfonso Reyes: para ser universal hay que ser profundamente local. Lo principal de la novela es el cielo y ese es de todos.
-De manera singular, el premio se lo confieren a una jornada del Día Internacional de la Mujer.
-También es un premio para las mujeres, claro. Es un gusto para mí porque soy muy cercana a las causas femeninas. En cuanto a la prosa de la novela, pues pasó sin género porque el jurado no sospechaba que fuera una autora.

Internet, algo que se hace común
-Al personaje Lorenzo, como dice, no le hacen mucho caso. Eso es una constante con los científicos nacionales. -Así es, de modo que el libro en ese sentido es una crítica muy virulenta a la política del país y al PRI. Es increíble que nuestros científicos no sean apoyados, por eso tienen que irse al extranjero a concluir sus estudios y en muchas ocasiones a residir. Si Mario Molina, nuestro Premio Nobel, se hubiera quedado en México, jamás lo habría obtenido.
-¿Hay algún elemento especialmente seductor en los años veinte mexicanos como para que la novela arranque ahí?
-El vacío. Había muy pocos científicos. Hoy el mundo es más complejo y no habría sabido cómo abordarlo. Luego, deliberadamente fui eliminando las fechas y alargué la vida del personaje para que la trama pudiera llegar a la época actual, donde Internet es algo que se va haciendo común. Suele suceder en ciencia que muchos problemas que no se entendían en un momento, al paso de los años se solventan. La larga existencia del personaje le permite darse cuenta de muchos avances.
-De modo que la historia es la vida de un científico mexicano, pero también hay apuntes casi sociológicos.
-Lo que narro es más o menos amplio y en términos generales hablo del rezago de los países del Tercer Mundo. Hay una fuerte tristeza del personaje principal justamente porque casi el único camino posible es adherirse a una fuerza científica que no es la nuestra.
''Yo me pregunté qué significaba la ciencia en una nación como México, cómo se lucha en ese campo desde aquí, con un vecino como Estados Unidos. El caso es que nuestra ciencia, salvo en la materia de astronomía, siempre va detrás. Por ejemplo, el fierro-esponja, que produce Hylsa, está a punto de dejar de producirse porque posiblemente cierren la empresa. Esos son el tipo de asuntos que desde hace tiempo preocupaban mucho a personajes como Heberto Castillo. Por un lado estamos muy cerca de la nación que más invierte en investigación y por otro tenemos a los políticos que menos la entienden.''

Su nombre es Marcos
-¿Por dónde va desde el punto de vista literario La piel del cielo?
-Es lineal. Muy experimental, así que no se entienda nada, no creo que me haya salido. -De una época a esta parte ha dicho que va a dedicar más tiempo a la literatura que al periodismo. Ahora el premio se lo puede permitir.
-Sí, pero hay una cuestión de carácter. Tengo que decidir muy seriamente si haré casi sólo literatura. Proyectos tengo, como la novela sobre Demetrio Vallejo, cuyo plan tengo por ahí casi perdido entre tanto papel. Claro, a mí me parece mucho más útil para el país ir al rastro a documentar cómo hacen sufrir a las reses que escribir que ''Cuquita le dio un beso a Pepito". Por eso a veces me gana el periodismo, por la participación social que tiene.
-Dentro del ámbito social, ¿cuál es su postura sobre la marcha zapatista, a punto de llegar a la ciudad de México?
-Eso va a cambiar el país. Lo que dicen todos ellos, Marcos, Tacho, Zebedeo, es muy conmovedor y muy real al mismo tiempo. Creo, por otra parte, que sí hay voluntad de cambio al menos por una parte del gobierno. Luego, esto de que si Marcos viene con capucha o sin capucha, no tiene relevancia. A él nadie tiene que referirse como Rafael Sebastián, su nombre es Marcos y tiene todo el derecho de llamarse como guste.
''Y si a los zapatistas encima de la capucha se les ocurre ponerse un moño, que se lo pongan. Son de las personas con mayor dignidad que conozco.''
-¿Qué mira junto con su personaje astrónomo cuando ve el cielo?
-A Sirio, la única estrella que conozco. Durante muchos años, mientras vivió Guillermo, me acostumbré a abrir la puerta y mirar al cielo antes que nada. Es una forma de reverencia, me imagino.

Alfonso Reyes. In memoriam - Jorge Luis Borges

IN MEMORIAM

El vago azar o las precisas leyes
Que rigen este sueño, el universo,
Me permitieron compartir un terso
Trecho del curso con Alfonso Reyes.
 
Supo bien aquel arte que ninguno
Supo del todo, ni Simbad ni Ulises,
Que es pasar de un país a otros países
Y estar íntegramente en cada uno.
 
Si la memoria le clavó su flecha
Alguna vez, labró con el violento
Metal del arma el numeroso y lento
Alejandrino o la afligida endecha.
 
En los trabajos lo asistió la humana
Esperanza y fue lumbre de su vida
Dar con el verso que ya no se olvida
Y renovar la prosa castellana.
 
Más allá del Myo Cid de paso tardo
Y de la grey que aspira a ser oscura,
Rastreaba la fugaz literatura
Hasta los arrabales del lunfardo.
 
En los cinco jardines del Marino
Se demoró, pero algo en él había
Inmortal y esencial que prefería
El arduo estudio y el deber divino.
 
Prefirió, mejor dicho, los jardines
De la meditación, donde Porfirio
Erigió ante las sombras y el delirio
El Árbol del Principio y de los Fines.
 
Reyes, la indescifrable providencia
Que administra lo pródigo y lo parco
Nos dio a los unos el sector o el arco,
Pero a ti la total circunferencia.
 
Lo dichoso buscabas o lo triste
Que ocultan frontispicios y renombres:
Como el Dios del Erígena, quisiste
Ser nadie para ser todos los hombres.
 
Vastos y delicados esplendores
Logró tu estilo, esa precisa rosa,
Y a las guerras de Dios tornó gozosa
La sangre militar de tus mayores.
 
¿Dónde estará (pregunto) el mexicano?
¿Contemplará con el horror de Edipo
Ante la extraña Esfinge, el Arquetipo
Inmóvil de la Cara o de la Mano?
 
¿O errará, como Swedenborg quería,
Por un orbe más vívido y complejo
Que el terrenal, que apenas es reflejo
De aquella alta y celeste algarabía?
 
Si (como los imperios de la laca
Y del ébano enseñan) la memoria
Labra su íntimo Edén, ya hay en la gloria
Otro México y otra Cuernavaca.
 
Sabe Dios los colores que la suerte
Propone al hombre más allá del día;
Yo ando por estas calles. Todavía
Muy poco se me alcanza de la muerte.
 
Sólo una cosa sé. Que Alfonso Reyes
(Dondequiera que el mar lo haya arrojado)
Se aplicará dichoso y desvelado
Al otro enigma y a las otras leyes.
 
Al impar tributemos, al diverso
Las palmas y el clamor de la victoria:
No profane mi lágrima este verso
Que nuestro amor inscribe a su memoria.

Jorge Luis Borges
 

sábado, 16 de mayo de 2015

Apuntes al instante. Alfonso Reyes - TV UNAM

A través de los valiosos testimonios de Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Alicia Reyes, 
Margo Glantz y Hugo Hiriart, así como de amigos, diplomáticos e investigadores literarios, este documental sobre Alfonso Reyes traza un panorama de su trayectoria humanística y literaria, a la par que hace un repaso de sus labores diplomáticas desarrolladas en varios países de Iberoamérica, donde se relacionó estrechamente con las manifestaciones culturales y los grupos intelectuales de esas naciones, lo que nutrió buena parte de su vasta producción literaria.


Alfonso Reyes. La total circunferencia

                                            


                                           "Reyes, la indescifrable providencia
                                            Que administra lo pródigo y lo parco,
                                            Nos dio a los unos el sector o el arco,
                                               Pero a ti la total circunferencia"

                                                                             Jorge Luis Borges



Hijo de Bernardo Reyes y Aurelia Ochoa, Alfonso nace en Monterrey un 17 de mayo de 1889, donde realiza sus primeros estudios. Más tarde en México concluye sus estudios universitarios y obtiene el título de abogado en 1913.

En las aulas universitarias fraterniza con un grupo de jóvenes, que daría lustre al país por sus grandes actividades intelectuales y que fundan el "Ateneo de la juventud": Antonio Caso, José Vasconcelos, Isidro Fabela, Carlos González Peña, Pedro Enriquez Ureña, Enrique González Martínez, Julio Torri..., y forma parte de aquella generación amante de la literatura y la filosofía. Reyes despunta entre ellos como un crítico de profundos alcances y a la edad de 22 años publica su primer libro: Cuestiones estéticas

En dicha obra se halla la semilla de sus predilecciones posteriores: su admirable conocimiento de la literatura griega, su interés por las letras españolas e inglesas, su devoción por el genio de Goethe y su estudio constante de la cultura mexicana.

En el año de 1917 publica tres libros: uno de ensayos titulado El Suicida y otros dos con impresiones de su patria y de España, respectivamente: Visión de Anáhuac y Cartones de Madrid, en los cuales pone de manifiesto cómo su aptitud artística, que le permite deambular por las grandes creaciones literarias, lo lleva fácilmente a los más recónditos secretos del métier que corresponde a un verdadero hombre de letras. 

He aquí por qué reitera desde el principio de su propósito de no analizar la mera objetividad visual: "Los hombres no se conforman con que los veamos; quieren, sobre todo, que los leamos".

Dueño de una bastísima obra, fue miembro de El Colegio Nacional y en la cumbre de su madurez intelectual escribe una larga serie de libros sobre temas clásicos, como La antigua retórica y Última Tule (1942), El deslinde (1944), La crítica en la edad ateniense (1945) y Junta de sombras (1949). También escribió sobre problemas mexicanos y americanos y otros temas muy variados: Tentativas y orientaciones (1944), Norte y Sur(1945), La X en la frente y Marginalia, de 1952. Entre sus traducciones se encuentra parte de la Ilíada de Homero, en 1951. 

Alfonso Reyes fallece el 27 de diciembre de 1959 (día declarado como de luto nacional) dejando un invaluable legado y un hueco imposible de llenar en la historia de las letras mexicanas.

La carretilla alfonsina - Gabriel Zaid


Entre los cuentos y leyendas del folclor industrial, hay la historia del que llevaba materiales en una carretilla, sospechosamente. Una y otra vez, los inspectores revisaban la documentación, y todo estaba en regla; revisaban los materiales, para ver si no escondían otra cosa, y era inútil. El hombre se alejaba sonriendo, como triunfante de una travesura, y los inspectores se quedaban perplejos, derrotados en un juego que no entendían. Tardaron mucho en descubrir que se robaba las carretillas.

Los inspectores de Alfonso Reyes parecen más afortunados, pero no lo son. Una y otra vez han descubierto que sus conocimientos del griego eran limitados, que sus credenciales académicas (una simple licenciatura en derecho) eran del todo insuficientes para los temas que trataba. Que, en muchos casos, manejaba fuentes de segunda mano. Peor aún: que, en tal o cual caso, no hizo más que poner en sus propias palabras materiales ajenos. Para decirlo soezmente: que sus ensayos eran divulgación. ¿Cuál es el campo de su autoridad? Escribe bien, pero de todo. No puede ser. Entra y sale por los dominios universitarios, sin respetar jurisdicciones. Saquea la biblioteca, como si toda fuera suya. Lleva la carretilla con gracia, pero no lleva nada.


Aquí, como en su poesía, hay un problema de expectativas del lector. Si todo poema debe ser intenso y fascinante, los de Reyes decepcionan. Si la prosa no es más que el vehículo expositor de resultados de una investigación académica, sus ensayos aportan poco. Pero el lector que así los vea se lo merece, por no haber visto la mejor prosa del mundo: un resultado sorprendente que este genial investigador disimuló en la transparencia; un vehículo inesperado que les robó a los dioses, y que vale infinitamente más que los datos acarreados. Datos, por lo general, obsoletos al día siguiente: sin embargo, perennes en la sonrisa de un paseo de lujo.


La investigación artística de la lengua es investigación. De ahí pueden resultar descubrimientos importantes para quienes los sepan apreciar, y hasta para el vulgo. Pero se trata de investigaciones, descubrimientos y divulgaciones invisibles para los inspectores. Un poeta descubrió hace milenios que se pueden intercambiar las palabras usadas para el agua que corre y las lágrimas. ¿Qué hubo de nuevo en el experimento? Que nunca se había construido una frase como “ríos de lágrimas”; que sí se podía construir, y que decía algo nunca dicho sobre el dolor: que puede sentirse como algo caudaloso. Hay dolores que queman, como ácidos; dolores que pesan como piedras; dolores que sacuden, que asfixian, que envenenan. Pero también hay dolores que brotan caudalosamente y corren como un río. En lo cual hubo un triple descubrimiento: lingüístico (la construcción es válida, aunque nunca se había intentado), literario (una nueva metáfora, bonita y expresiva), psicológico (la taxonomía del dolor se enriquece con otra categoría).
La divulgación, naturalmente, no consistió en explicar a los legos el descubrimiento. Consistió simplemente en aprovecharlo, hasta que se volvió una frase vulgar, o en construir variantes a partir de ese hallazgo; algunas tan alejadas del original que resultaron descubrimientos adicionales. Por ejemplo: el del poeta que se remontó al origen de las lágrimas, le dio vuelta a la metáfora y dijo que los manantiales eran ojos. 


Esta nueva metáfora se divulgó tanto que fue lexicalizada: llamar ojo de agua a un manantial ya no se considera una creación poética de su autor, sino el nombre de algo, como cualquier otro nombre del vocabulario.

Un ensayo no es un informe de investigaciones realizadas en el laboratorio: es el laboratorio mismo, donde se ensaya la vida en un texto, donde se despliega la imaginación, creatividad, experimentación, sentido crítico, del autor. Ensayar es eso: probar, investigar, nuevas formulaciones habitables por la lectura, nuevas posibilidades de ser leyendo. El equívoco surge cuando el ensayo, en vez de referirse, por ejemplo, a “La melancolía del viajero” (Calendario), se refiere a cuestiones que pueden o deben (según el lector estrecho) considerarse académicas. Surge cuando el lector se limita a leer los datos superables, no la prosa insuperable. Así también, el inspector puede indignarse con el actor que hace maravillosamente el papel de malo, en vez de admirarlo. O indignarse con Shakespeare, porque escribió la obra aprovechando un argumento ajeno. O con el pintor que considera suya la copia que hizo en un museo de un cuadro que le interesó, para observarlo y recrearse recreándolo (como Reyes reescribió a su manera y publicó en su Archivo un libro que le interesó). O indignarse con el público que escucha La Pasión según San Mateo sin saber alemán, aunque lo importante en esta obra no es lo que dice la letra, sino lo que dice Bach.


Reyes se dio cuenta del problema, y nos ayudó a entenderlo con una metáfora memorable: el ensayo es el centauro de los géneros. Un inspector de centauros difícilmente entenderá el juego, si cree que el centauro es un hombre a caballo; si cree que el caballo es simplemente un medio de transporte. El ensayo es arte y ciencia, pero su ciencia principal no está en el contenido acarreado, sino en la carretilla; no es la del profesor (aunque la aproveche, la ilumine o le abra caminos): su ciencia es la del artista que sabe experimentar, combinar, buscar, imaginar, construir, criticar, lo que quiere decir, antes de saberlo. El saber importante en un ensayo es el logrado al escribirlo: el que no existía antes, aunque el autor tuviera antes muchos otros saberes, propios o ajenos, que le sirvieron para ensayar.


Es posible que el ensayista avance por ambas vías, porque el centauro así lo pide. Que llegue a descubrir no sólo textos inéditos importantes que salen de su ser, su cabeza, sus manos, sino cosas que los especialistas no habían descubierto, y que deberían aprovechar. Desgraciadamente, no pueden hacerlo sin arriesgar su legitimidad. Se supone que, fuera del gremio, no puede haber descubrimientos válidos. Por eso es tan común el escamoteo mezquino de aprovechar, sin reconocer: sería mal visto citar a un ensayista en un trabajo académico. Lo cual es una pequeñez, pero sin importancia literaria; a menos que los ensayistas se dejen intimidar y actúen como si la creación fuese menos importante o menos investigación que el trabajo académico.


Reyes no se dejaba intimidar. A los veintitantos años, escribía reseñas admirables por su prosa, animación y precisión en la Revista de Filología Española (recogidas en Entre libros): como un filólogo que domina su técnica, en el doble sentido de ser profesional y de escribir muy por encima de su profesión: como verdadero escritor. Lo recordaba en Monterrey, treinta años después (“Mi idea de la historia”, Marginalia, segunda serie): “me sometí desde el buscarlo hasta el publicarlo con todo su aparato crítico. Pero no confundiría yo, sin embargo, esas disciplinas preparatorias con la exégesis y la valoración de la cultura a la que aspiraba. Lo que acontece es que las artimañas eruditas son reducibles a reglas automáticas fáciles de enseñar y que, una vez aprendidas, se aplican con impersonal monotonía. No pasa lo mismo para las artes de la interpretación y la narración, cuya técnica se resuelve en tener talento”. La importancia del distingo y, sobre todo, la jerarquización, salta a la vista en las reseñas de Entre libros, que se pueden leer sabrosamente, aunque fueron escritas entre 1912 y 1923. No importa que los libros y conocimientos a los cuales se refieren estén datados. La verdadera novedad, que sigue siendo noticia, como diría Pound (poetry is news that stays news), está en la prosa trabajada como poesía. Los datos envejecen, la carretilla no.


Es posible y deseable, como lo muestra Reyes, que el especialista sea mucho más que un especialista: un espíritu ensayante, un escritor de verdad. Ha sucedido con filósofos, historiadores, juristas, médicos. Pero, con el auge de la universidad como centro de formación de tecnócratas, la cultura libre (frente a la cultura asalariada), la cultura de autor (frente a la cultura autorizada por los trámites y el credencialismo), la creación de ideas, metáforas, perspectivas, formas de ver las cosas, parecen nada, frente a la solidez del trabajo académico. La jerarquización correcta es la contraria. El ensayo es tan difícil que los escritores mediocres no deberían ensayar: deberían limitarse al trabajo académico.


Es natural que los especialistas, sobre todo cuando la ciencia necesita grandes presupuestos, estén conscientes de la importancia de las relaciones públicas. Que practiquen dos formas de comunicación social complementarias: las notificaciones de resultados dirigidas formalmente a sus colegas en revistas especializadas y la divulgación para el gran público. Que vean los ensayos como divulgación. 


Que lleguen a contratar escritores para exponer sus investigaciones. Pero el ensayo es un género literario de creación intelectual, no un servicio informativo de divulgación. La función ancilar (llamada así por Reyes en El deslinde) usa la prosa como ancila, sierva, esclava, criada, del material acarreado: como carretilla subordinada al laboratorio del especialista. El ensayo, por el contrario, subordina los datos (especializados o no) al laboratorio de la prosa, al laboratorio del saber que se busca en formulaciones inéditas, al laboratorio del ser que se cuestiona, se critica y se recrea en un texto.


El lector incapaz de recrearse, de reconstituirse, de reorganizarse, en la lectura de un ensayo que realmente ensaya, es un lector empobrecido por la cultura tecnocrática. No sabe que le robaron la carretilla.

viernes, 15 de mayo de 2015

Clapton es dios

Después de que los Yardbirds le vendieron su alma al diablo en 1965 al aceptar grabar la célebre y comercial "For your love", Eric Clapton tomó un camino, digamos, secular: se unió a John Mayall en los BluesBreakers. De aquellos días data el famoso graffitti en el metro Londinense "Clapton is God".



El mensaje se hizo popular e inundó los muros de aquella ciudad. Clapton se había convertido en un prodigio y su slow hand en una leyenda. Desde entonces es conocido como el mejor guitarrista blanco de blues y es respetado por bluseros, rocanroleros, propios y extraños. Hoy la peculiar pinta es una sentencia, a la vez blasfema e incontrovertible: Clapton es dios.

Aquí una grabación completa de Clapton, Mayall y los Bluesbreakers:


domingo, 10 de mayo de 2015

La economía del sexo

Elegir a una chica o a otra (o a un chico o a otro) depende enteramente de las curvas de indiferencia que a su vez están determinada por el nivel de restricción presupuestal. Si hay exceso de demanda de chicas se deberá pagar un precio mayor por salir por ellas... y ni qué decir del sexo. La microeconomía, la teoría de juegos, las curvas y sus derivadas. Todas ellas ingeniosas disciplinas inventadas por el hombre con el único objeto de explicar la realidad. Échale un ojo a este excelente vídeo y verás cómo funciona la economía recreativa y la economía del sexo