viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Qué hacer con los mediocres?

“Se presentó descaradamente, y me puso nervioso. Estaba solo. Nadie podía darse cuenta. Pero no quise verla, como si fuese la intrusión de un comercial procaz. Tal vez estuvo antes pero en la zona del reojo, donde tampoco quise verla. Era una pregunta necia, obscena, queno se iba, que exigía atención: ¿Qué hacer con los mediocres?...”

Así comienza Gabriel Zaid el ensayo donde define al mediocre habilis como aquel personaje que, educado para nunca ser descalificado,se vale de todas las mañas para tener éxito, motivo último de su vida.

Sin dedicatoria alguna,pero sí con muchos de estos personajes en la mente, me atrevo a compartir en este espacio los conceptos de este gran escritor mexicano e invitarle a usted, amable lector, a la reflexión

No es que tener éxito sea malo, de ninguna manera. Lo malo es medir el éxito en términos numéricos, monetarios, en un solo plano. “Si las personas se reducen a una sola dimensióncomparable (peso, estatura, edad, velocidad, escolaridad, dinero ganado, premios obtenidos),lo normal es la medianía, como en cualquier distribución estadística. Reducir a las personas a una sola dimensión las degrada. La sociedad entera se degrada, si todo se reduce a medir y ser medido. Aprender no es lo mismo que sacar buenas calificaciones, y lo importante es aprender. Divertirse y sufrir, lidiando con el agua, los materiales, las herramientas, las ideas, las circunstancias que pueden convertirse en una solución feliz, no es
lo mismo que ganar puntos curriculares, prestigio, posiciones, dinero.”

El mediocre habilis se encuentra en todos lados, son los arribistas que siempre están en la competencia trepadora. “Hacer cosas bien hechas, madurar como personas, encontrar soluciones creadoras a los enigmas y problemas, aprender, entender, crear, investigar, ayudar, todo se vuelve secundario para el winning is all del trepador”

“Y Paradójicamente, —continúa Zaid—, la presión trepadora desemboca en el ascenso de los mediocres al poder y la gloria. La competencia trepadora no siempre favorece al más competente en esto o en aquello, sino al más competente en competir, acomodarse, administrar sus relaciones públicas, modelarse a sí mismo como un producto deseable, pasar exámenes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir a los jurados, conseguir el micrófono y los reflectores, hacerse popular, lograr que ruede la bola hasta que
nadie pueda detenerla...”

“...Desgraciadamente, aquellos que no tienen interés en lo que están haciendo, sino en ser aprobados, presionan hasta que se salen con la suya. Muchos años despúes, cuando llegan al poder y la gloria, son los modelos ejemplares de una sociedad reducida a trepar, y la degradación se extiende desde arriba. Muchos
lo lamentan, sin ver que todo empieza desde abajo: cuando maestros, jurados, editores, para no sentirse verdugos, se vuelven cómplices del trabajo mal hecho.”

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