domingo, 7 de junio de 2015

A las vírgenes - Ramón López Velarde


¡Oh vírgenes rebeldes y sumisas:

convertidme en el fiel reclinatorio

de vuestros codos y vuestras sonrisas

y en la fragua sangrienta del holgorio
en que quieren quemarse vuestras prisas!...



¡Oh botones baldíos en el huerto

de una resignación llena de abrojos:

lloráis un bien que, sin nacer, ha muerto,
y a vuestra pura lápida concierto
los fraternales llantos de mis ojos!...



¡Hermanas mías, todas,

las que, contentas con el limpio daño

de la virginidad, vais en las bodas
celestes, por llevar sobre las finas
y litúrgicas palmas y en el paño
de la eterna Pasión, clavos y espinas;
y vosotras también, las de la hoguera
carnal en la vendimia y el chubasco,
en el invierno y en la primavera;
las del nítido viaje de Damasco
y las que en la renuncia llana y lisa
de la tarde, salís a los balcones
a que beban la brisa
los sexos, cual sañudos escorpiones!



¡El tiempo se desboca; el torbellino

os arrastra al fatal despeñadero

de la Muerte; en las sombras adivino
vuestro desnudo encanto volandero;
y os quisieran ceñir mis manos fieles,
por detener vuestra caída oscura
con un lúbrico lazo de claveles
lazado a cada virginal cintura!



¡Vírgenes fraternales: me consumo

en el álgido, afán de ser el humo

que se alza en vuestro aceite
a hora y a deshora,
y de encarnar vuestro primer deleite
cuando se filtra la modesta aurora,
por la jactancia de la bugambilia,
en las sábanas de vuestra vigilia!

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