sábado, 19 de septiembre de 2015

Pi. Una melodía infinita



This is literally the song that never ends... #Pi
Posted by Krafty Kuts on Tuesday, January 6, 2015

Alta traición - José Emilio Pacheco


No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
     es inasible.
Pero (aunque suene mal)
     daría la vida
por diez lugares suyos,
     cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
     fortalezas,
una ciudad deshecha,
     gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
     montañas
y tres o cuatro ríos.

martes, 15 de septiembre de 2015

El país de uno - Denisse Dresser

Este artículo es de 2004, pero siempre suena vigente. Para estos días aciagos por los que pasa el país, un lugar para amontonar el optimismo:

MÉXICO
Alguna  vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto Zedillo  que le  hablara de su amor por  México.  Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia  del  país. De sus montañas y sus valles y sus volcanes y sus héroes y sus tardes soleadas. El ex Presidente no supo qué  contestar. Hoy  es probable que muchos mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo.  Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a  quienes entran en contacto con  él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo  que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo   maltratado. México padece lo que Jorge  Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs,  bautizó como la "fracasomanía": el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. La corrupción no puede ser combatida; los políticos no pueden ser propositivos;  la sociedad no puede ser movilizada;  la población no puede ser   educada; los  buenos siempre sucumben; los reformadores siempre pierden. La luz al final del túnel sólo ilumina el tren a punto de arrollar a quienes no pueden eludir  su   paso. El país siempre pierde. Los mexicanos siempre se tiran al vacío desde el  Castillo de Chapultepec y no logran salir de allí. Por ello es mejor callar.  Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.

En México, como diría Elías  Canetti, los pesimistas son superfluos y 2004 de muestra por qué. Éste es el año de los videoescándalos y la videoviolencia. De los maletines llenos y  las  reformas inexistentes. De los priístas robustecidos y los panistas divididos.  De las primeras damas que quieren el poder y de las  mujeres que abusan de él.  Del sabotaje a Andrés Manuel López Obrador y  del  autosabotaje a sí mismo. De la sucesión adelantada y la política paralizada. De desafueros amenazantes y  consortes que también lo  son. Éste es el año de marchas que no van a ningún lado y de presidentes  que  tampoco lo hacen.

Vicente Fox se encoge en Los Pinos  mientras Marta Sahagún no quiere que  la  saquen jamás de allí. El Niño  Verde  negocia un soborno mientras su partido vive de ellos. René Bejarano carga  maletines mientras Carlos  Ahumada los llena. El embajador ante la OCDE compra colchones y el erario  los  paga. Dos policías arden en  Tláhuac mientras Marcelo  Ebrard decide qué no hacer. Roberto Madrazo se  apropia del PRI mientras su  partido se lo permite. Crónica de catástrofes; crónica de corruptelas; crónica  de personajes demasiado pequeños para el país que  habitan.

El país de las contradicciones permanentes. El país de las máscaras que  ocultan y las caras que sonríen. El  país que produce a Marta Sahagún pero también a Marta Lamas. Que produce   a  Fátima Mena pero también a  Fátima Fernández Christlieb. Que produce a Manlio Fabio Beltrones pero también a Rossana Fuentes Beráin. Que produce a José  Murat pero también a María Rojo. Que produce a René  Bejarano pero también a  Julieta Fierro. Que produce a Roberto Madrazo pero también a Ricardo  Legorreta.

Que produce a Jorge Hank Rhon pero también a Jorge Volpi. Por cada  tache hay una paloma. Cien palomas. Miles. Frente a todos los motivos para  cerrar los ojos están todos los motivos  para   abrirlos. Frente a las razones  para perder la fe están todas las razones para recuperarla. Los murales  de   Diego Rivera. Las   enchiladas suizas de Sanborn's. Las mariposas en Michoacán.  El cine de Alfonso Cuarón. El valor de  Sergio Aguayo. Los huevos rancheros y  los chilaquiles con pollo. La sonrisa  de Carmen Aristegui. La medalla   de Ana  Gabriela Guevara. El mole negro de Oaxaca. Los libros de Elena  Poniatowska. La  inteligencia de  Lorenzo Meyer. Los tacos al pastor con salsa y cilantro. El  humor de Carlos  Monsiváis. El mar en  Punta Mita. Las canciones de Julieta  Venegas. La poesía de Efraín Huerta.

El Espacio Escultórico al amanecer.  Cualquier Zócalo cualquier domingo. La forma en que los mexicanos se  besan y se saludan y se dicen "buenas  tardes" al subirse al elevador. Las   fiestas ruidosas los sábados por la tarde. La casa de Luis Barragán.

Los amigos que siempre tienen tiempo para tomarse un tequila. La decencia de  Germán Dehesa. Los picos coloridos  de las piñatas. Las casas de Manuel Parra.  Las bugambilias y los alcatraces y los magueyes. Las  caricaturas de Naranjo y  los cartones de Calderón. El helado de guanábana. La talavera de Puebla. Las fotografías de Graciela Iturbide. Los mangos con chile parados en un palo de madera. Las comidas  largas y las palmeras frondosas. La pluma de Jesús Silva-Herzog Márquez. Las mujeres del grupo Semillas  y las  mujeres que luchan  por otras en Juárez.

Cada persona tendrá su propia  lista, su propio pedazo del país colgado del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante. Una lista que debe comenzar con las palabras  de la chef Marta Ortiz  Chapa: "Siempre me gustó ser mexicana". Una lista con la cual contener  el  pesimismo; un antídoto ante la  apatía; una vacuna contra  la desilusión. Una lista de lo mejor de México. Una lista para despertarse en  las mañanas. Una lista de Año Nuevo. Una lista para pelear contra lo que Susan Sontag llamó "la complicidad con el desastre".

Porque el credo de los pesimistas  produce la parálisis. Engendra el cinismo. Permite que hombres como Manlio  Fabio Beltrones promuevan el juicio político contra los jueces  de la Suprema  Corte y  nadie se lo impida. Permite que los partidos vivan del presupuesto público  sin cumplir con la función  pública. Permite que los legisladores no  actúen como tales. Permite la   persistencia del status quo. El pesimismo es el  juego seguro de quienes no quieren perder los privilegios que gozan, los  puestos que ocupan, las posiciones que cuidan. El pesimismo es la cobija confortable  de los que no mueven un dedo  debajo de ella. Es el lujo de los que rentan el carro pero no se sienten dueños de él.

Y  durante demasiado tiempo, México ha sido un país rentado para sus  habitantes.  Ha pertenecido a sus líderes religiosos y a sus tlatoanis tribales y a sus colonizadores y a  sus  liberales y a sus conservadores   y a sus dictadores y a  sus priistas y a sus presidentes imperiales y a  su inteligencia y a sus partidos y a sus élites. No ha pertenecido a sus ciudadanos. Por eso pocos lo cuidan. Pocos lo sacuden. Pocos lo aspiran. Pocos lo lavan. Pocos lo enceran. Pocos piensan que es suyo. Pocos lo tratan como si lo fuera. Porque como dice Larry Summers, el presidente de la Universidad de Harvard, nadie nunca  ha  lavado un carro rentado.

Pero quienes saben que el país es  suyo no viven con el lujo del descuido. Quienes han vivido años fuera de México saben lo que es andar con el corazón apretado. Lo que es caminar  a   pasos de pequeñas nostalgias y  grandes recuerdos. Lo que es extrañar el olor y el sabor y la bulla y la luz. Lo que es querer tanto a un país que uno siente la imperiosa necesidad de regresar y salvarlo de sí  mismo. Lo que es vivir  pensando -de manera cotidiana- que los gobernados pueden y deben vigilar  a  quienes gobiernan. Que los partidos políticos pueden y deben reducir la violencia social y pavimentar la ruta democrática. Que la oposición puede y  debe redefinir los términos del debate público.

Que la clase política entera puede y debe fomentar la conexión entre la democracia y los ciudadanos. Que no  es  demasiado pedir. Las soluciones están allí para ser instrumentadas. Las recetas están allí  para ser aplicadas. Las reformas están  allí para ser ejecutadas. Abarcan la reelección de los legisladores y la  reforma política y la reforma fiscal y los juicios orales y la reforma a la  Ley de Medios y la apertura de la televisión y la competencia en las  telecomunicaciones y la lucha contra la violencia doméstica, entre muchas  otras.

Tanto por hacer; tanto por cambiar; tantos sitios donde amontonar el  optimismo. El optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia.  El optimismo de quienes creen que las cosas en México están tan mal que sólo pueden mejorar. El optimismo perpetuo que se convierte en  multiplicador.


En El paciente inglés, Katherine murmura: "nosotros somos los verdaderos países, no los límites marcados en los  mapas, no los nombres de los hombres poderosos". México no es el país de  Andrés Manuel López Obrador o Santiago Creel o Roberto Madrazo. No es el país de los congresistas o los gobernadores o  los burócratas o los líderes  sindicales. Es el país de uno. El país nuestro. En el 2005 y  siempre.