viernes, 20 de abril de 2012

El reloj - Charles Baudelaire

  Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.
     El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «Voy a decírselo.» Pocos instantes después presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: «Todavía no son las doce en punto.» Y así era en verdad.
     Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.

     Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: «¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?» Yo, sin vacilar, contestaría: «Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!»

jueves, 12 de abril de 2012

Yo soy la morsa


 Siempre le gustaron las librerías de viejo. El inconfundible olor a guardado y el singular caos que guardan hacían que su mente enfrentara los conceptos fundamentales del universo ordenado y sistemático de la Biblioteca de Babel. No sólo le movía la infinita emoción que le generaba hurgar en cada pila, sino la certeza de que en alguna de ellas el caótico cosmos le entregaría en sus manos el libro de todos los libros, el cuento de todos los cuentos.

Aquella noche el Señor Mostaza despertó de cara a un libro. Sin saber siquiera donde estaba, volteó la mirada hacia donde el reloj marcaba las nueve con veinte. -He perdido mucho tiempo-, se reclamó a sí mismo. Buscaba desde hacía varios días un Tratado Fundamental de Budismo, una edición extraña (de un autor aún más) que el encargado juraba haber recibido meses atrás.

Habían pasado muchas noches desde que Niebla le hizo pensar que los personajes de las novelas conviven con los llamados seres reales cuando en algún febril momento la realidad se funde con la fantasía. Mostaza se divertía pensando que, en todo caso, no se puede saber quien es más real, si Augusto Pérez o Unamuno o si Juan Dahlmann o Borges. Esa noche estaba dispuesto a comprenderlo: el ki y la posibilidad de que un hombre sea todos los hombres a la vez (“I am he as you are he as you are me and we are all together...”)

Pasó la noche concentrado en su búsqueda frenética. Encontró el ki en el Tratado Fundamental de Budismo. Encontró que en Uqbar todos los cuentos son un solo cuento contado de mil y una formas. Supo por El Inmortal que Borges pudo ser Homero y que cualquier ciego puede ser Borges. Convencido de que el cosmos no podía engañarle y de que era posible cruzar el umbral de la realidad, tomó asiento, abrazó el libro que le había desvelado y repitió para sí: yo soy la morsa, yo soy la morsa, yo soy la morsa...

lunes, 2 de abril de 2012

El algoritmo de semana santa


Seguramente año tras año, ya sea con fines religiosos, comerciales o simplemente para aprovechar el puente, usted se pregunta: ¿en qué días cae la Semana Santa? ¿Por qué la Semana Santa se mueve en el calendario? La razón es un motivo religioso y, más aún, un algoritmo astronómico.

La Historia

La pascua de los judíos fue establecida para conmemorar el paso del Mar Rojo y el del ángel exterminador que, en la misma noche en que salieron de Egipto los hebreos, mató a los primogénitos de los egipcios, respetando sólo las casas de los israelitas señaladas con la sangre del cordero. Entre los cristianos se celebra esta fiesta en memoria de la resurrección de Jesucristo.

El Algoritmo

La pascua de resurrección, fijada por el concilio de Nicea en el año 325, se celebra “el domingo posterior a la luna llena que sigue al primer equinoccio del año”, y cae siempre entre el 21 de marzo y el 26 de abril, pudiendo variar en 36 días su situación en el calendario. Tal es el algoritmo.

De dicho domingo, el jueves y viernes anteriores son los dos días santos. De la fijación de dicha fiesta, dependen también el resto de las fiestas movibles de la iglesia.

El Cálculo

Un algoritmo no es más que una secuencia de pasos lógicos que han de seguirse para la consecución de un fin y la obtención de un resultado. Un ordenador (cualquier pc o calculadora) es capaz de entender y ejecutar un algoritmo y obtener un resultado, siempre que se le explique en un lenguaje que le sea comprensible.

Podemos incluso, con una serie de fórmulas en Excel, calcular la fecha en que caerán el jueves y viernes santos. Teclee el contenido de las celdas del siguiente esquema en una hoja de cálculo y tendrá su “Calculadora de Semana Santa”