viernes, 24 de junio de 2011

Las medias lunas (o de las tácticas defensivas en el futbol)


Cada que veo un partido de futbol, regresa el enigma que me persigue desde la infancia. ¿Para que sirven las medias lunas que rematan el rectángulo de las áreas?

Consigo olvidarme de ellas durante algún tiempo, pero tan pronto como presto atención al tapetito verde de la cancha, vuelve la vieja duda. Quizá confío en que en ocasión de una justa mundialista, una final de copa de campeones o una liguilla mexicana el problema se aclare de una vez para bien de todos, pero me equivoco, ya que todos evaden el tema, empezando por los cronistas televisivos, que nunca mencionan esta parte de la cancha. Puesto que ignoran su función se hacen los tontos, lo mismo que los árbitros, los jugadores, los directivos y los aficionados. Es evidente que en su momento, cuando nació el futbol, esos mal llamados semicírculos, que se forman trazando una circunferencia cuyo centro es la mancha de penal y cuyo radio mide lo mismo que la distancia de esa mancha a la portería, es decir, nueve metros con quince centímetros, tuvieron una razón de ser que ya hemos olvidado.

En los primeros partidos de futbol no se jugaba con un árbitro, sino con dos, quienes ocupaban esos islotes de los que no podían salir y que nadie podía pisar más que ellos, y desde los cuales, sin moverse, dirigían el partido. Como en esos tiempos el futbol no padecía el tacticismo de ahora, el juego se desarrollaba por completo en las dos áreas y la media cancha era una tierra baldía, un mero trámite para cruzar hacia el área adversaria. Los partidos, mucho más emocionantes que los de hoy en día, en que los arribos a la portería enemiga se pueden contar con los dedos de una mano, terminaban con marcadores abultados, y los dos árbitros, situados en las dos mediaslunas, tenían un control perfecto del juego.

Pero una tarde de lluvia uno de los árbitros no pudo acudir. El otro, para no suspender el juego, se vió obligado a abandonar su islote y hacerse a la mar de la cancha, sudando la gota gorda detrás de los jugadores que corrían de una área a la otra. A un cierto punto, tambaléandose, les dijo: o juegan más en la media cancha o me voy, no puedo más. Por primera vez dos equipos de futbol retrasaron sus líneas y dieron comienzo los tristes duelos tácticos que conocemos tan bien, con los volantes de contención, los pasesitos y esas geometrías aburridas que deleitan a los idiotas. Todo lo cual pudo haberse borrado de raíz si el otro árbitro hubiera regresado en los partidos siguientes, pero el tipo, un ser del que su mujer seguramente hacía lo que quería, no volvió a pararse en una cancha, aunque siempre mandaba decir que la próxima vez sí iba a ir, razón por la cual seguían dibujando las dos mediaslunas antes de cada juego...

Genial texto de Fabio Morábito

sábado, 18 de junio de 2011

Y tu ¿ya te viste?

Y tu, ¿ya te viste? Así reza la voz en off del comercial de televisión donde un esperanzado jugador de “Melate” acaba de hacer su apuesta y sueña con hacerse millonario. Si además de la suerte y las corazonadas, se da por sentado que el “Melate” es un juego azaroso regido por las reglas de la estadística, quizás la pregunta que habría que hacer sería: y tú ¿ya calculaste la probabilidad de ganar?
En 1984, 6 años después de su fundación, Pronósticos para la asistencia pública lanzó al mercado su popular sorteo numérico. Actualmente el juego tiene un formato similar al de cualquier otro país: para jugar hay que comprar una planilla y seleccionar 6 números distintos del 1 al 56. Una máquina selecciona de una urna 7 esferas con diferente numeración (seis números designados “naturales” y uno denominado “adicional”) y, para que el concursante sea acreedor a un premio, por lo menos habrá de elegir tres de los pertenecientes a la primera categoría, mismos que deben coincidir con los de la máquina. Mientras más aciertos haya, mayor será la cuantía del premio. El “premio gordo”, se obtiene si los 6 números naturales elegidos concuerdan con los extraídos de la urna.
¿Qué probabilidades hay de ganar? En primer lugar, se ha de asumir que la selección de las esferas es completamente aleatoria y que, como consecuencia, cualquier combinación de 6 números tiene la misma probabilidad de ocurrir (lo mismo el conjunto {1,2,3,4,5,6} que el {5,7,12,24,33,40}). Si se acepta lo anterior, entonces lo que hay que hacer es contar cuántas combinaciones de 6 números se pueden obtener de un conjunto de 56; es decir:  C6,56 ó 32,468,436.
Sí, con una sola plantilla, la probabilidad de ganar el primer lugar es de 1 en 32,468,436, que, redondeando la cifra equivale a: 1 en 32 millones.
Resulta también interesante calcular la probabilidad de ganar premios menores. Para esto, se debe contar cuántas planillas contienen 3, 4 ó 5 números acertados o números buenos; esto es, si se eligen 6 números, ¿cuántos de ellos serán buenos? ¿cuántos resultarán malos?

Para comprender lo antes dicho, John Haigh, profesor de matemáticas de la Universidad de Sussex, propone lo siguiente: en un supuesto dado con 4 de los 6 números buenos, existen también 2 de los 50 malos. La cantidad de planillas para ganar un premio de 4 aciertos está dado por: C4,6 x C2,50  ó, lo que es lo mismo, 18,375. Si se repite el razonamiento para el resto de los casos, se tienen los resultados que muestra el Cuadro 1 siguiente:
Número de Aciertos
Número de Boletos
Probabilidad
6
1
0
5
300
0.00092397
4
18,375
0.05659343
3
392,000
1.2073264
2
3,454,500
10.6395639
1
12,712,560
39.1535952
0
15,890,700
48.941994

32,468,436
100

La tabla anterior arroja datos interesantes: en términos prácticos, la probabilidad de obtener 5 ó 6 aciertos es cero y lo más impresionante: el 88% de las planillas tienen máximo un acierto y el 99% máximo 2.
¿Existe alguna estrategia ganadora? Ninguna. Sólo recomiendo, amable lector, que siga sus corazonadas y se divierta, pues lo más probable es que la probabilidad no le ayude.

jueves, 9 de junio de 2011

This must be the place (Arcade Fire & Talking Heads)

Hace no mucho sonaba en la consola David Byrne con "Once in a life time",
original de los Talking Heads. En ese momento no tenía claro que este singular músico sonaría en la radio nuevamente. Acompañando a Arcade Fire (banda que el tiempo nos dirá si el calificativo de mítica le queda bien) interpreta 2 canciones "extras" al The Suburbs. Una, Speaking in tongues, hace referencia al disco de 1983 de Talking Heads, de la que seguro recordará Burning down the house, hit imprescincible en cualquier recopilación ochentera que merezca respeto. La otra, esta que les dejo aquí en sus dos versiones (la original y el remake actual): This must be the place, contenida también en el album ya mencionado.

Dos generaciones unidas por la música y, supongo yo, la admiración, Y es que la música no se divide en vieja o nueva...se divide en la que te gusta y la que no...A ver si les gustan: